Técnica Ludovico

martes, septiembre 03, 2002

TELEVISION CRUDA
el backstage de un pícaro pograma infantil

El estudio irradiaba tensión. Los cámaras y tiracables y asistentes corrían de un lado para el otro. El director se arrancaba los pelos del disgusto y amenazaba: -"escúchenme, escúchenme bien... ustedes no pueden aparecer borrachos en cámaras, entienden!? Ustedes son los Teletubbies, un programa para chicos, "chicos", entienden?, eh!"-
-"Agarrame el choto!"- bramó uno de ellos -"nos prometieron aumento y no nos dieron un carajo! Lo único que tenemos son deudas y éstos guiones obtusos con monosílabos,... escuchá: "papá,... tubipapíya,... óa,... óa,... tubipapíya".-
El director agitaba los guiones como desesperado y gritaba:
-"Qué te jode, eh! Qué MIERDAS TE JODE! si los pendejos a esa edad NO CAZAN UNA!"-
Eran cuatro perdedores disfrazados de aliens con reconocidos vicios por los cuales podrían ir presos largos años, pero su castigo no era la cárcel, sino hacer de bobos ante millones de personas que los aborrecían. Uno de ellos, Roberto Sanabria, había sido acusado de matar a su abuela porque le dió de cenar un paty medio crudo, otro era Gonzalo Ribberto; más conocido como "matatoros" por su dentadura en estado de descomposición. Arnaldo Volatti era un retirado pederasta que se había transformado en fóbico obsesivo por la prohibición tácita de tocar, o siquiera mirar a un pendejo en la calle; y sus manías iban desde cerrar varias veces la misma puerta hasta limpiar un plato cientos de veces. Esteban Quinteros era subnormal y un fronterizo congénito. Estaba impedido de salir a la calle solo porque aún en la puerta de su propia casa se perdía y empezaba a llorar, por eso su padre lo llevaba y lo traía al estudio de grabación todos los santos días.
Era muy difícil que los cuatro se entendieran en algo. Y por eso también los gritos y epítetos eran comunes dentro del estudio.
-Vos, che vos! eh! paparullo!-
Quinteros jugaba con la antena del disfraz mientras musitaba idioteces, sin percatarse del director que lo increpaba.
-Che vos! eh! forro, ponete el atuendo,... CARAJO ES SORDO O QUÉ!?-
Alguien tocó apenas el hombro de Quinteros y éste miró al director.
-PONETE EL DISFRAZ.... EH!-
-Mmn,...- dijo Quinteros y empezó a vestirse lentamente. El resto ya estaba dentro de sus estúpidos vestidos.
-Bueno, a ver si sale bien "hoy". Métanse cada uno en su papel.-
Sanabria empezó a reírse hasta quedar encorvado mientras balbuceaba:
-"Métanse cada uno en su papel,... cada uno en su papel"... qué hijo de puta! Qué vamos a actuar "yékspir"!-
El director respiró hondo y continuó:
-Por favor... te pido por favor,... dejáte de joder!!-
Sanabria se detuvo de a poco.
-Bueno, vamos que grabamos... luz,... cámara... ESTAMOS AL AIRE!!-
Los cuatro empezaron a actuar mientras hacían movimientos gelatinosos, a la vez que hablaban como moogólicos entrenados: -"papá,... tubipapíya,... óa,... óa,... tubipapíya, tubipapíya,... óa,... óa,... tubipapíya,... papa,... papa,... uata, uata,... mo"-
Todo iba bien hasta que Volatti empezó a sudar dentro del traje, víctima de una de sus fobias. Pensaba que la antena sobre su cabeza estaba torcida en lugar de estar derecha, y empezó a dar movimientos bruscos, como si estuviera en una disco. Uno a uno comenzaron a mirarlo de reojo hasta que Volatti salió corriendo y se estrelló contra un cámeráman. Ambos estaban en el piso. El cámara con un tajo sobre la frente y Volatti que parafraseaba temblando: -"no me toquen, no me toquen,...´"-
Sanabria empezó a joder al aire diciendo: -"pete,... petetete, tubimipija,... chupámipija,... lamémiorto,... joputa!,... JOPUTA!"-
El estudio se paralizó. No sólo por la retahíla de puteadas, sino por la infinita cantidad de juicios por "faltas a la moral" que iban a llegar.
Mientras Sanabria seguía puteando, Ribberto se montaba a Quinteros con atuendo y todo; hasta sacó la pija frente a cámaras.
Quinteros, como era un mamerto apenas si se quejaba diciendo: -"pará,... pará... un poco..."-
El pandemonium duró apenas unos minutos. Los suficientes.
Nadie se había percatado que el director yacía tendido en el suelo, víctima de un infarto. Murió al rato.
Cuando se llevaban el cuerpo sin vida, algunos se seguían riendo, mientras Ribberto seguía bombeando contra el culo de Quinteros a más no poder.
Al otro día, mientras algunos asistentes y camarógrafos fumaban algún que otro cigarro, una delegación de UNICEF llegó a encarcelar a toda la producción sin juicio previo por un lapso no menor a 240 años.
Sanabria, Ribberto y Volatti purgan sendas penas en el penal de Batán, donde entretienen a los presos hablando como los Teletubbies mientras son ultrajados y vejados violentamente los 365 días del año, salvo bisiestos.
Quinteros todavía no se mueve de la puerta de su casa sin soltar una lágrima.