Técnica Ludovico

viernes, agosto 16, 2002

Hellraiser

Era una mañana fría de agosto.
El mundo se resguardaba en sus casas, cerca de las estufas.
Parecía que todo se había detenido.
Algunas hojas secas cruzaban las desoladas calles produciendo un leve silbido, parecido a la música.
Yo estaba en casa a solas. Me preparé. Levanté la campana de vidrio que descansaba sobre la repisa y tomé la caja.
Comenzé a tratar de comprender su laberíntica estructura, tratando de armar formas que parecían acercarse para luego desvanecerse.
Todo ocurrió después de un buen rato.
La caja tomó la forma adecuada y el ambiente cambió inmediatamente. Las paredes comenzaron a crujir, el piso se partía en mil pedazos y la luz cobró un extraño tinte rojizo.
Estaban aquí.
De las paredes comenzaron a desdibujarse figuras oscuras, moviéndose lentamente. Venían hacia mi. Eran ellos, los Cenobytas.
Criaturas de la más profunda escencia, seres abisales, amos del mal y del dolor. Creí contar cinco o seis que dejaban arrastrar cadenas y objetos terriblemente cortantes, oxidados, lascerados y manchados con sangre. Uno de ellos se me acercó y me preguntó:
-Qué quieres de nosotros...-
Fuí lo más rápido que pude. Pelé una pequeña escopeta calibre 12 y medio, los apunté y les dije:
-Así que son todos guapos!?-
Me miraron sorprendidos.
-Me los voy a garchar a TODOS, molfetas soplatubos, condescendientes HIJOS DE PUTA!-
Empezaron a correr en forma desesperada por toda la sala. A uno le metí un corchazo en la cucusa y lo dejé estampado contra un modular.
-Dejen de correr, carajo, que tengo pocas pulgas...- (les dije con tono de mierda).
Los tipos estaban cagadísimos, entonces fuí al grano:
-Che vos, si vos pelado!- (señalando al de los alfileres en el cráneo) -ponete en cuatro!-
El tipo obedeció sin chistar. Se levantó el sacón, se bajó los lompas, los calzones y lo engrampé de modo absurdo. Seguido a eso me cepillé a los restantes.
Después del festín los obligué a que me limpien las partes mientras me zampaba un vaso de Rhum Negrita.
Además de todo esto, me encargué de torturarlos contándoles chistes de Basurto para rebajarlos espiritualmente a escala infinitesimal. Al cabo de unos minutos continué con el infame trabajo de mejicaneo.
-Así que son duros?.. acá lo único duro es mi PIJA!- (dije con tono hermético) -objeto que seguirán chupando hasta los límites del hastío..! y vos, gordo... chupale la verga al que tenés al lado. Y no jodan, carajos! Tengo poca paciencia para con los mamones como ustedes..!
La comilona duró toda la noche. Cerca del amanecer les dije muy claramente:
-Ahora oliven, que quiero apoliyar. No hagan que les "pique" los pulmones de un tiro...
Se vistieron muy lentamente porque estaban todos rotos. De hecho, se quejaban con mucha vergüenza y se permitieron largar unas lágrimas. No era para menos.
Cuando se estaban esfumando de la misma forma en la que aparecieron, le chisté al pelado de los clavos y le dije:
-Preparáte para la próxima, cachuso, que va a ser peor..!
El tipo se desvaneció sin decir ni pío.