Técnica Ludovico

jueves, octubre 03, 2002

Un Clásico Policial Negro
antología detectivesca por M.Rodolfi (una mente brillante)

Jean-Franc Lettellier era un detective de La Sureté (no es joda, se llama así) por la década del ´40. Le tocó investigar uno de los casos más difíciles de toda la historia policial francesa, y me refiero al caso del criminal-pentecostal Luise Baptiste Morreau.
Morreau había nacido pobre, tan pobre que su primera posesión material fue la mugre, la que regularmente debía compartir con sus 18 hermanos. Lettellier, sin embargo, perteneció a una familia rica, pero tan rica que gustaba de regalar mugre a los pobres. Cuando amanecía en París el sol brillaba más sobre la casa de los Lettellier que sobre las demás casas; en cambio, Morreau siempre conoció la neblina, la lluvia matutina y la polución radioactiva. El joven Lettellier a la edad de 6 años jugaba en los amplios jardines de la mansión paterna rodeado de orquídeas, rosas, calas y una buena media docena de perros entrenados para matar mendigos. Morreau, sin embargo, no tenía ni un juguete y a veces escapaba de las tundas de su alcohólico padre para terminar dentro de las fauces de alguno de los perros de Lettellier. Morreau diariamente contemplaba boquiabierto las grandes e imponentes rejas de la puerta de la mansión de los Lettellier, mientras que el pequeño Lettellier practicaba puntería con su orín sobre la cara del pobre y pequeño Morreau.
La historia continuó así durante muchos años, hasta que ambos pelotudos tomaron caminos distintos. Lettellier se recibió con altos honores de Detective de Homicidios de La Sureté Francesa, mientras Morreau intentaba robar una sandía sin que el verdulero le rompa el alma. Cierta mañana de octubre de 1940, un sobre apareció sobre el escritorio de Lettellier; como remitente figuraba: "le pesadille du Montparnasse". Extrañado, Lettellier abrió el sobre y encontró una nota escrita con puño de una persona y letra de otra persona distinta que decía: "vous, le condenablle cobaní, se´st lo cullé du mont? Nop! se´st le inferrnéee!" Firma: "Le putón du Montparnasse". Lettellier pensó que era una broma no muy brillante y tiró la carta al cesto. Al otro día se cometieron 24 asesinatos horribles en el distrito de Lavall, dónde él era el Detective encargado, y curiosamente sobre la piel de los cuerpos occisos se leía con sangre la firma del perpetrador: "Le putón du Montparnasse". Jean-Franc Lettellier, preocupado, pensó para sí mismo: "será una joda?"
Lamentablemente no. Lettellier (cuando se dió cuenta) puso a más de 5 efectivos a patrullar las panaderías, pizzerías y aledaños, pero no hubo grandes cambios en la investigación, excepto por la quiebra de dichos comercios a consecuancia del típico mangazo policial. Pasaron 3 años de investigación, muchos cadáveres y muchas cartas obsenas a Lettellier y todas firmadas por "Le putón de Montparnasse". Cada carta era una afrenta y un desafío al detective que ya no podía ni coger por la obsesión. Ni un rastro, ni una pista... nada de nada. Los periódicos de Francia apodaron a Lettellier "Le inutíll du Sureté sur le bolludó du France" y eso produjo que el condecorado detective llorara por las noches y se hiciera pis en la cama. Agobiado y extenuado por la presión y los nervios, Lettellier escribió su carta de renuncia a La Sureté que decía lo siguiente: "Cést le carte du resignaseé du service dans la forze pollitiale du France, le petit cochón est a insecuré du merde. Ici ce`st an inutill dans pedorré detectivé. Grandé lè Honoeur du France!"
La comandancia le contestó con otra carta que decía: "Váyase bien al carajo, y la próxima vez escriba en francés!" Lettellier se había derrumbado y su honor había pasado al olvido, entonces pensó en suicidarse. Mientras cargaba el arma recordó que el pasado había sido bueno para con él. Recordó los juegos en los jardines, las flores exóticas y a sus perros mastines masticando al pobre Morreau...
Morreau?.. Morreau...!
Su cabeza se iluminó y raudamente ordenó una orden de captura para Morreau "vivo o muerto, pero lo suficientemente vivo como para declararlo culpable". A las dos horas dos rudos oficiales entraron a Louis-Baptiste Morreau a fuerza de bastonazos en las encías.
Lettellier lo vió de arriba a abajo con insolencia y le dijo: "Vous c´est le assessine du 223 parsons du Pagís, vous c´est le Putón du Montparnasse!" Morreau lo miró fijo a los ojos y le dijo: "sip". Lettellier, intrigado le preguntó: "pegqué? pegqué... assassin!.. pegqué?" a lo que Morreau contestó: "pegque se´st me canté la chotta!"
Y el caso fue cerrado.
Lettellier ahora es un vejete homosexual que vive de una agraciada pensión del magazzine para trolos "Torso", mientras Morreau se convirtió en el arzobispo pentecostal de la prisión de Lavall, en Francia.
Moraleja?
"El crímen no paga"