Técnica Ludovico

viernes, octubre 11, 2002

EL SEXO EN LOS TIEMPOS DE MISERIA
(una historia de todos los días)
por el represor vietnamita M.Rodolfi

Gerundio era un tipo gordo, desagradable y mal aseado, mal afeitado, uñas largas, pelo engrasado y una baranda que podía espantar a un cardúmen de pirañas a la distancia. En el villorrio le decían "El Crosta" por la gran cantidad de ésas cosas que le pendían de los testículos. Gerundio no hacía mucho de su vida: escuchaba la radio en pantalón pijama azul, camiseta de tiras y chinelas, y siempre lo acompañaba un trapo rejilla hediondo con el cual se sonaba los mocos, se secaba el sudor de los sobacos y el caldo de la raya del orto, y todos los días eran iguales, todos eran un asco, como él.
Sus vecinos apenas si lo miraban a los ojos, porque para algunos era considerado yeta, otros temían que la incontable cantidad de insectos que sobrevivían parasitariamente con Gerundio decidieran atacar al observador, y otros más sensibles no lo miraban porque el vómito y la arcada venían seguro después de ojear bien al paisano.
Pero un día algo raro sucedió.
Mientras este sujeto escuchaba su bendita radio y cosechaba mugre, una brillante limousine Mercedes Benz se estacionó frente a la tapera, bajó un chofer empilchado como tal que abrió la puerta de su amo; y una esbelta y delicada mujer se bajó del cochazo y se paró frente a Gerundio. Éste apenas si se sintió extrañado, lo único que atinó a hacer fue espantar un par de moscas soreteras que se estaban alimentando de la cera y la grasa de su pelo. La dama miró a su alrededor todo el decadente escenario: un villa de emergencia llena de barro y mierda por doquier, chicos en bolas llorando aplastados en el fango, mujeres embarazadas descuidadas y andrajosas, chinelas y ojotas tiradas en medio del lodazal, mugre, infección y algún que otro perro intentando masticar alguna lata oxidada. Eso era todo. Eso era el barrio.
La rubia mujer se acercó a Gerundio y le dijo con soberbia: "Le doy 200 dólares si tiene sexo conmigo".
El infame mamut la miró de arriba-abajo como si estuviera en calidad de "elegir" algo, y al cabo de 20 segundos contestó: "...y buéh..."
Entraron al rancho de la infame bestia y la dama se espantó por la dejadez y el caótico espectáculo de "grela" y descomposición reinante en un espacio tan chico y tan cerrado: "Dios mío, qué suciedad!.. y... ese olor a... a podrido..!"
Gerundio comenzó a desvestirse tranquilo y pausadamente mientras la bella dama preguntaba insidiosa: "joven... seguro que se le pudrió alguna comida,... alguna carne... no tiene freezer? Gerundio yacía sentado sobre una colcha mugrienta y piojosa mientras miraba a la dama, ésta lo vió y comprendió que el sexo con ese tipo entraba en la categoría de "bestialismo", pero tomando coraje se desnudó sacándose su tapado de chinchilla blanca, sus halajas, sus zapatos de taco alto y sus medias con portaligas. La mujer tenía un cuerpo espectacular, delicado y cuidado como el de una reina. Gerundio era una ballena muerta y encallada en Chapadmalal tirada ahí 20 días al sol.
Ella se acostó y abrió sus piernas mientras musitaba: "... me pica todo..! acá hay garrapatas y piojos..!" Gerundio mostró su miembro agresivamente parado, la tomó por sus piernas y la enhebró.
A la media hora la mujer salió de la casa del animal y le pagó lo acordado, pero no sin antes decirle asqueada: "usted es un cerdo!, espero no verlo nunca más en mi vida,... roñoso de porquería!" y le cerró la despedida con un violento cachetazo. El lujoso auto partió a toda velocidad levantando una cortina de tierra que desdibujaba la imagen fusiforme y troglodita de Gerundio que estaba en calzones y descalzo parado en medio de la calle. Eso sí, con 200 dólares en la mano.
Pasó un mes, más o menos, y Gerundio se encontraba en la puerta de su tapera, sentado en el mismo banquito y escuchando la misma radio, cuando el conocido Mercedes Benz se acercó y frenó abruptamente frente a la puerta de su casa. Bajó la misma mujer pero vestida aún más delicadamente y, nuevamente, le dijo a nuestro héroe: "hola CERDO, te acordás de mí?, creíste que te ibas a deshacer tan fácil de mi, eh?" Gerundio le dijo: "esta vez,... 400 dólares", a lo que la dama respondió sarcásticamente: "JA!.. 400 dólares..!?>, pero, quién te creés que sos, chimpancé mugriento, plasta de mierda,.. cara de moco!!" a los veinte segundos entraron y los gritos de la doncella se escucharon hasta Otawa, Canadá.
Pasaron los clásicos 30 minutos y la mujer se subió a su limousine enfurecida y blasfemando a los cuatro vientos reiterados y duros improperios contra Gerundio: rata, mugre, cerdo, hijo de puta, piojoso, animal... y cosas así.
Gerundio se sentó en bolas en su banquito, encendió la radio y comenzó a acariciar a un perro vagabundo, y mientras lo hacía le dijo en el hocico con ternura: "vistes pichicho, estas minas están todas del tomate".