Técnica Ludovico

jueves, julio 18, 2002

LA LEYENDA DEL HOMBRE-LECHUGA

Uno de los más antiguos e interesantes mitos greco-panameños es la que narra acerca del hombre-lechuga. Es una leyenda que sólo puede ser contada en voz susurrada, y únicamente a los oídos de un licenciado en higiene y seguridad del trabajo. El hombre-lechuga es, según lo describen los pobladores que alguna vez lo han visto, un hombre de unos 45 años, fofo, entrado en carnes y barbita candado, cuyo cuerpo está revestido íntegramente de hojas de lechuga, incluso dentro de la raya del orto. Los estudiosos del tema no se ponen de acuerdo aún si se trata de hojas de lechuga mantecosa o capuchina, las evidencias son confusas. Se sabe fehacientemente que no son de lechuga criolla, y se deduce que no pueden ser de escarola, porque de lo contrario el tipo tendría unas paspaduras en la entrepierna que lo harían caminar como después de haber montado en pelo un puercoespín.
No se sabe muy bien qué fin persigue el hombre-lechuga. Algunos testimonios indican que cuando se encuentra de noche con una persona sola le recita el preámbulo de la Constitución Argentina en castellano, finlandés e iddish (éste último con un ligero acento, por cierto). En otras ocasiones, la víctima ha sido obligada por el hombre-lechuga a observarlo durante 43 minutos mientras imita a Marcelo Longobardi. Una tercera forma de acción conocida de este bípedo vegetaloide consiste en hacer poner en cuatro a la persona, y jugar al rango y mida por más de cuatro horas consecutivas, al tiempo que debe entonar a voz en cuello una canción de Pedrito Rico o Rosamel Araya (a elección). En resumen, nadie sabe todavía por qué el hombre lechuga es tan reverendísimamente pelotudo.
La parte más oscura y escabrosa de este mito es lo que concierne a las apetencias sexuales del hombre-lechuga. Si bien muchos expertos eluden referirse al tema diciendo "Hmm, y cómo cerró hoy la Bolsa en Dahomey?", lo cierto es que no hay acuerdo sobre si prefiere a los hombres o a las mujeres, e incluso hay un tal doctor Czornöhtédelszégedy, de Hungría, que afirma haberlo oído dar gemidos de placer mientras acariciaba un baobab de dimensiones considerables. En todo caso es conveniente evitarlo, pues parece bastante peligroso.
De todas las criaturas del orbe, es el hombre-lechuga una de las más interesantes. Evitemos, pues, su caza indiscriminada, por parte de furtivos terroristas vegetarianos. Hagamos un esfuerzo mancomunado para que no se extinga, como por ejemplo comprarle a Greenpís las remeras con la inscripción "Don't kill lettuce-man". Que no desaparezca este maravilloso organismo! Es su responsabilidad, no la mía.

Miguelón el Griego